Gilda Sánchez

Una relación amorosa a los 60+, todo un desafío emocional


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• Implica enfrentar prejuicios y estar dispuesto a concesiones y sobre todo a un aprendizaje para lograr una madurez emocional que encare historias propias y familiares que van a afectar irremediablemente la dinámica del romance.

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isabel-allendeLa escritora chilena Isabel Allende (72), recientemente separada después de haber estado 27 años en pareja, confesó sentirse “muy sola”, en un entrevista que dio a una revista, y se mostró abierta a la posibilidad de un nuevo amor: “Antes a los 30 años se suponía que eras maduro y a los 50 eras viejo. Esto se ha ido corriendo. A los 70 todavía se puede pensar en una persona activa, trabajando, enamorada. Se suponía que después de la menopausia, después de los 50 años, una mujer no tenía interés en enamorarse o en la vida sexual. Eso ha cambiado porque la cultura lo promueve. Tengo 72 años y estoy lista para enamorarme de nuevo. Sé que tengo la capacidad de enamorarme tan perdidamente como a los 20. Y hacer las mismas estupideces que hice a esa edad”, sostuvo

Que ni qué, una relación amorosa después de los 60 años requiere de muchas fortalezas personales. Implica estar dispuestos a salir fuera de nuestra área de confort, confiar en uno mismo, tener ganas de invertir energía para volver a empezar, atreverse, abrirse y exponerse frente a un otro, doblegar el ego para mostrar la intimidad gastada de nuestro cuerpo,  aceptar el riesgo de un posible fracaso sentimental, desafiar muchos prejuicios que todavía existen frente a un amor otoñal.

Esto último es difícil de enfrentar ya que a pesar de que cada día las convenciones sociales se están abriendo más a temas no tradicionales, todavía hay fuertes prejuicios ante un amor en la tercera edad. Y abrir este frente a los demás implica ser sujeto de muchas críticas.

Sin embargo, creo que es la propia familia el reto más complicado ya que en este núcleo es donde los prejuicios son más difíciles de superar. Además, existe otro obstáculo de naturaleza familiar que surge cuando uno llega a presentar una nueva relación sentimental a nuestros parientes cercanos. Se hace evidente que la familia es un bagaje adicional al  histórico de la propia vida de la pareja  y, a su vez  ésta trae consigo otro cargamento de vida y situaciones personales de hijos y parientes cercanos que irremediablemente van a afectar a la nueva relación que tratamos de construir.

Una serie de televisión inglesa titulada El último Tango en Halifax, plantea precisamente esta dificultad, la del peso que las historias de la parejapropia familia  ponen sobre el incipiente romance y en cada una de las partes de la pareja. Un ejemplo sería el de que la protagonista Celia, cuando se entera después de comprometerse a casarse con su amor de la juventud, ambos con más de 70 años, que su hija es lesbiana.

Este hallazgo reciente y posterior a su compromiso la pone en shock  a un punto de afectar su capacidad para interactuar en su nueva relación. También este hecho tiene un impacto indiscutible en Alan, el galán septuagenario que no se esperaba una familia política tan “original”.

Por eso precisamente una nueva relación en la última etapa de la vida requiere de una enorme fortaleza emocional y de una madurez  a prueba de presiones de  historias  familiares que van a impactar necesariamente la dinámica de la nueva relación.

Más allá de la superación del pudor que se puede sentir  ante los demás por tener todavía ganas de vivir un romance estable, el desafío más tenaz que necesitamos enfrentar al decidir iniciar una relación de pareja en la tercera edad, es la aceptación del otro con su equipaje histórico, familiar y social.

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