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¿Te acuerdas de jugar al avión o rayuela y otros juegos en la calle?


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Antes  los niños solíamos jugar con cualquier cosa, las calles eran el escenario y con la la inventiva hacíamos milagros. En este texto adaptado de la revista Mexicanísimo se cuenta que  los juegos típicos provienen de la prehistoria infantil y se diluyeron en el siglo XX pre-electrónico. Empezaremos hablando del avión, un juego que si, el […]

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  • Antes  los niños solíamos jugar con cualquier cosa, las calles eran el escenario y con la la inventiva hacíamos milagros.

En este texto adaptado de la revista Mexicanísimo se cuenta que  los juegos típicos provienen de la prehistoria infantil y se diluyeron en el siglo XX pre-electrónico.

golosa

Empezaremos hablando del avión, un juego que si, el día de hoy, un niño descubriera pintado en el pavimento, podría considerarlo una pintura rupestre como las de Nasca.
Eran aviones un poco extraños porque tenían cuatro alas –el 4, el 5, el 7 y el 8– y una enorme trompa redonda en el 10, salpicados de piedras o bolas de periódico mojado que indicaban los cuadros que debías esquivar.

Otro juego tradicional eran las canicas, también llamadas “cuicas” o “cuirias”, que consumían por horas a los infantes y a sus rodillas que quedaban rasposas cual piedra pomex a causa de estarse arrastrando mientras lanzaban su “tirito” (la canica más especial) contra las agüitas, tréboles, bombochas y canicones, hasta que el contrario quedara “calacas”.

Para eso, las técnicas eran variadas, ya que podían arrojarse desde el suelo, “altas desde su rodilla”, de “uñita” (muy femenino) o de “huesito” (como debía ser). Las variaciones incluían el “hoyito” (yo jugaba con uno que hicimos en la alfombra de la casa) o la “rueda”, pero había que “pintar su raya” para que no te hicieran “chiras pelas”..

Niñas y niños tenían sus preferidos. Ellos iban a la rayuela o los volados y ellas al resorte o a saltar la reata. Las reglas cambiaban de ciudad a ciudad, de escuela a escuela o de esquina a esquina, aunque siempre en los juegos masculinos se privilegiaba alcanzar un ganador y en los de ellas completar ciclos para hacer el juego más difícil, subiendo la altura del resorte o dando más velocidad al giro de la cuerda.

rayuela

Otras diversiones, ya casi obsoletas, de las que aún se acuerdan las abuelas sin Alzheimer, son la rueda de San Miguel; ponerle la cola al burro; saltar el burro; un, dos, tres… ¡calabaza!; a la víbora de la mar; un avión cargado de…; naranja dulce, limón partido; el patio de mi casa; matarile-rile-ron; doña Blanca; la roña; Juan pirulero; y otros donde ponían a los pobres infantes a cantar por horas para ver si se aburrían y se dormían temprano. Algunos eran soporíferos, pero otros podían llegar a ser divertidos.

La lista continúa, para deleite de nuestras infancias dormidas. ¿Recuerdas otros? Ayúdanos a ampliar la lista que incluye quemados, encantados, bote pateado, escondidillas, el patio de mi casa, salero y las estatuas de marfil. Para días de lluvia o de encierro se practicaban dígalo con mímica, timbiriche, ahorcados, submarinos, serpientes y escaleras, ¡caricaturas… nombres de!, basta, la oca y otros. No había necesidad de comprar el cassette o el dispositivo, todo era cuestión de voluntades.
Sobreviven pocos, como el papalote o la lotería que aún se canta en las ferias de pueblo, porque el trompo, el yo-yo y el balero hoy son piezas de colección o curiosidad artesanal.

Pero eso sí, entonces y ahora, si hubiera que premiar al juguete del siglo (y de varios más), no habría objeción de nadie para reconocer a ese maravilloso producto que, sin necesidad de chips, pilas, ni consolas, es el elegido por todos: la pelota.

http://www.mexicanisimo.com.mx/la-rayuela/#articulo

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