Gilda Sánchez

El simbolismo del oro, incienso y mirra de los Reyes Magos


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La fiesta de la Epifanía sucede a principios del invierno, cuando nuestro niño interno está listo para revelársenos y recibir a Melchor, Gaspar y Baltasar.

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Esta fiesta sucede a principios del invierno cuando nuestro niño interno está listo para revelársenos y recibir a Melchor, Gaspar y Baltasar, que vienen desde oriente  a traernos el conocimiento y el trabajo implicados en la luz del sol a través del oro, el incienso y  la mirra para honrar así a este pequeño ser que habita dentro de nosotros.

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Los rituales humanos suelen tener como propósito transformar lo importante de nuestras vidas al poner atención a esas energías invisibles que acompañan a dos necesidades fundamentales de la existencia: el alimento y la continuidad de la especie.

La etimología griega επιφάνεια significa «manifestación; un fenómeno milagroso». Por eso en esta fiesta en la que el dios nace, se celebra que éste toma una presencia humana en la tierra, es decir, se «da a conocer, se manifiesta”.

Baltazar o Serakim es un hombre edad media de raza negra que otorga la Mirra al niño Dios. Este regalo representa la forma no perdurable de la  materia, símbolo de sufrimiento, de vida sin conocimiento, de muerte y transformación.

A este Rey Mago lo transporta un elefante que simboliza el trabajo constante con la materia, tantas veces como sea necesario volver a empezar para elaborar la carga densa de nuestra conciencia que tendrá que ser transformada.

Melchor o Magalath, un anciano blanco con barbas plateadas, otorga al niño el símbolo del espíritu materializado: el ORO. Lo transporta un camello que representa la resistencia y perseverancia significando la  voluntad como la fuerza  indispensable requerida para llevar la carga y conseguir el oro.

Gaspar o Galgalath, un  joven de raza amarilla y cabellos negros, otorga el incienso que es símbolo del espíritu impregnado y  representa la naturaleza divina encarnada en un mundo denso representado por la oscuridad de su pelo. Lo transporta un caballo, significante del  impulso emocional al que habrá que educar y domesticar a través de la mente.

Esta ofrenda representa la comunicación de la mente humana con otras dimensiones  a través del aire, para acceder a la inteligencia superior y también para entender la magia de la Naturaleza.

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