Gilda Sánchez

Envejecer a través de la historia: el Renacimiento


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• El Renacimiento fue un fenómeno cultural iniciado en la Edad Moderna que retomó los principios de la antigüedad clásica pero actualizándola, sin renunciar a la tradición cristiana y sustituyendo la omnipresencia de lo religioso por el aumento y afirmación de los valores del mundo y del ser humano.

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renacimientooEl Humanismo, inspirado en el estudio de los clásicos griegos y latinos, se pone de moda. Con él, surge el concepto de un hombre universal e individualista que se distingue por sus talentos y su vitalidad. Este hombre se caracteriza también por una gran curiosidad, misma que lo lleva a conocer nuevos continentes y a buscar una nueva verdad científica.

 

 

A partir del siglo XV, se fueron entusiasmando con el descubrimiento de las bellezas escondidas del mundo griego y romano que yacía sepultado. Este naciente espíritu individualista que florecía, centrado en el humanismo, abogaba a la belleza, la juventud y perfección, rechazando sin disimulo la vejez.

 

Los poetas del siglo XVI entonaban el siguiente estribillo:

«Si has de creer lo que te digo, amada

En tanto que tu edad abre sus flores

En la más verde y fresca novedad,

Toma las rosas de tu juventud,

Pues la vejez, lo mismo que a esta flor,

Hará que se marchite su belleza.»

Asimismo, detestaban todo aquello que representara fealdad, decrepitud y decadencia. Fueron, quizás, los tiempos más agresivos contra los ancianos, pero más aún contra las ancianas.

Este sentir se ve reflejado en uno de los humanistas más importantes de la época. Erasmo, en su obra «Elogio a la locura» nos afirma: «Pero lo que verdaderamente resulta más divertido es ver a ciertas viejas, tan decrépitas y enfermizas como si se hubieran escapado de los infiernos, gritar a todas las horas «viva la vida», estar todavía «en celo», como dicen los griegos, seducir a precio de oro a un nuevo Faraón; arreglar constantemente su rostro con afeites; plantarse durante horas frente a un espejo; depilarse las partes pudibundas; enseñar con complacencia sus senos blandos y marchitos; estimular con temblorosa voz el amor lánguido, banquetear, mezclarse en la danza de los jóvenes, escribir palabras tiernas y enviar regalitos a sus enamorados».

Se concebía a la vejez como una carga y a la muerte como una necesidad. Cortesanos y humanistas rechazaron a los viejos, pues representaban todo aquello que querían dejar encerrado en la “viejas ciudades amuralladas”.

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