Gilda Sánchez

La Clase ¿Nace o se Hace?


Comparte en tus redes sociales

Facebooktwitter

¿Qué significa tener clase o no tenerla? ¿se nace con ella o es fruto de la educación? ¿Qué es finalmente la clase o mejor aún, qué significa tenerla?

Decrease Font Size Increase Font Size Tamaño del texto Imprimir esta página

02B70256

En más de una ocasión todos nos hemos preguntado ¿qué significa tener clase o no tenerla? ¿se nace con ella o es fruto de la educación? ¿Qué es finalmente la clase o mejor aún, qué significa tenerla?

Considero que más que un «asunto de cuna, la clase,  «es la educación del corazón», como decía, mi Señora Madre. Hay personas que sin lo que a veces se llama cuna, entendida por una heráldica en su historia, sino más bien con los más humildes orígenes tienen toda la clase del mundo. Como periodista lo experimenté con total claridad alguna vez que la camioneta de nuestro equipo no pudo salir una noche de un cerro en Oaxaca, por la lluvia. Al ver la situación, una familia de campesinos nos dio hospedaje en su choza de piso de tierra. ¡Qué elegancia para servirnos deliciosos frijoles en sus único platos! ¡Qué deferencia para estrenar petates que nos permitieran dormir en el suelo! ¡Qué sonrisas de generosidad llenas de compasión y dignidad al mismo tiempo!

No los olvidaré nunca. Y lo más importante de todo. La clase se demuestra, subrayaba mi Madre, en los momentos de más tensión, cuando la ira o la desesperación pueden hacernos fácilmente ofender al otro, o perder la fe. Y a esa frase añadía mi Padre el sabio refrán francés «Recuerda que la ira hace transparente el corazón». Al sentir que una tormenta se inicia en tu alma, me preguntaba: «¿responderás, hija, dejando ver resentimiento, desprecio? O ¿mandarás sobre tu corazón para actuar con la generosidad, la capacidad de amor y de perdón que lo habitan?». Concluyendo, ambos, mi Madre y mi Padre, fueron realmente seres sabios y de una clase a todas prueba, impresionante.

Recuerdo a mi Madre, llegada la fase final de su vida en la cama de Hospital, instalada en casa, al cuidado de enfermeras 24 horas al día, y ciega, recibiendo visitas de todas las edades, siempre con el mismo gozo, la misma alegría y el mismo señorío con los que se hubiera comportado en el piso de abajo, en la sala de su casa, de ser otras las circunstancias. Igualmente evoco a mi Padre repitiéndonos a mi Hermano y a mí, ya estudiantes universitarios, la importancia de tratar con la misma cortesía y deferencia -de forma totalmente auténtica-.lo mismo a los vigilantes de las empresas donde fuéramos un día ya no lejano a trabajar que a los integrantes del Comité Directivo. Frases especialmente relevantes viniendo de un hombre que supo abrirse paso en la vida, practicando esa sencilla máxima de amabilidad universal, cosa que hizo desde que escapó a los trece años de su casa, donde nada material le faltaba, hasta que se convirtió a sí mismo, a pulso en un hombre de empresa, culto, políglota, humano, encantador.

Ésa es la clase de Padres que tuve. Gracias por permitirme compartir con Ustedes, quienes están leyendo estas líneas, el entrañable recuerdo de la gran clase con la que me enseñaron, vía su ejemplo y sus palabras, a desentrañar el significado de la vida, a afrontarla, a disfrutarla, y a pensar siempre, que más allá de la vida hay algo más allá, una vida «de otra clase.»

Facebooktwitter

¿Tú que opinas? ¡Nos interesa mucho saberlo!