Elvira García

Seducir en la tercera


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Para no variar ¡ya se me hizo tarde! No; seguro no llego a tiempo. Porque, eso sí: ¡primero muerta que sencilla!

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mujer madura maquillandosePara no variar ¡ya se me hizo tarde! Salgo del baño, en bata y con el cabello húmedo; en una hora debo estar conduciendo mi auto hacia ese date que dice mi amiga será el mejor de nuestras vidas. ¡Una hora apenas para la tlapalería en cara, cuello, manos, pies, piernas y elección de vestuario! No; seguro no llego a tiempo. Porque, eso sí: ¡primero muerta que sencilla!

Si a los 30 tardaba yo cuarenta y cinco minutos en arreglarme y decorarme, hoy  después de los 60, necesito el doble. Más para un día especial como dice mi amiga será el de hoy. Porque la mascarilla iluminadora, la ampolleta anti estrés y la crema que suaviza- arrugas ¡merecen su respeto y su tiempo, por favor¡ Con esos menjurjes encima, me dispongo ahora a dar los golpecitos ligeros aplicando el suero sobre estas ojeras que hoy, ¡oh, maldición¡, parecen bolsas del mandado.  ¿Y la boca? ¡Uf¡, casi olvido el gel que proporciona volumen a mis otrora carnosos y rojos labios.  ¿Dónde quedó aquella boca de mis mocedades que desde los quince me hacía sentirme soñada y seductora? Supongo que se ha estado yendo beso tras beso, y qué bueno.

¿Qué me pongo? ¿Esta falda? ¡No¡ evidencia el abdomen, que ya casi me golpea las rodillas. ¿Pantalón? ¡tampoco, si ya traigo las pompas hasta las corvas¡ ¿Blusa escotada y sexy dice mi amiga? No, ¡cómo crees¡ ve nomás qué arrugotas de cuello a pecho¡ Mejor algo medio pegadito y discreto, coquetón. Falda recta, lisa y botas; blusa ligera y mona, con abertura ahí, para el que quiera mirar. ¡Perfecto¡ Pero… ¿botas? ¿Y el calorón? Y ese tacón tan alto? Lo aguantaré solamente para dar tres pasos y sentarme ifso facto.

Casi estoy lista pero, y ¿estas manos? ¡No; horror! Hay que someterlas al hielo. Estas venas que mi padre dijo eran su pura herencia, y lo enorgullecían en mí. “Sí, pero no se ven bien en mujer”, reclamaba yo. Falta ponerme los lentes de contacto porque ¡ni muerta llego a un date con anteojos de viejita! Así no ligo ni un viento cruzado. No: ¡la ceguera me tirará pero la vanidad me levanta!

Telefoneo a mi amiga: Le digo: “¡no llego, no llego, dame más tiempo, por amor del cielo!”. Ella anda igual que yo, en el trance de elegir ropa, zapatos y de lucir coqueta y seductora. Las dos parecemos unas adolescentes pero muuuy maduritas. ¡Ah!, cómo tranquiliza compartir con una mujer de tu “rodada” esta ilusión no precisamente de volver a ser joven, pero sí de lucir luminosa, atractiva, encantadora para ese date que, dice mi amiga, será el mejor de nuestras vidas. ¡Y más le vale!

 

 

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