Gilda Sánchez

Una tercera edad invisible


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• Se le dio muy poca importancia. La muerte de 17 ancianos en un asilo de Mexicali (Baja California), pareció un incidente menor. Salieron unas cuantas notas y ni quien se volviera a ocupar de la investigación sobre la tragedia. Tratamos a las personas de la tercera edad como si fueran seres invisibles.

Decrease Font Size Increase Font Size Tamaño del texto Imprimir esta página

incendio-asilo-mexicaliEn esos días los medios tradicionales y las redes llenaron espacios con las imágenes de maltrato a unos animales en reconocida tienda de mascotas. A los dependientes se les dijo todo lo habido y por haber, se exigió la clausura del local y que se modifique la legislación, para castigar a los culpables. Jamás lastimaría a un bicho, pero el drama de la capital de Baja California supera con creces, a lo ocurrido con un perrito y un cuyo.

Fuimos siempre un país con una tradición de respeto a los viejos. Se les procuraba por su experiencia, se les consentía y tenían los cuidados de la familia, en la etapa en la que se recupera la vulnerabilidad de la infancia. Los padres instruían a los hijos en el amor a los abuelos y en el respeto y admiración a las conocidas como «cabecitas blancas».

La vorágine actual y lo que algunos se atreven a llamar la «nueva moral», liquidó de golpe la herencia cultural, para dar paso a un maltrato que crece en número, además del abandono y la indiferencia por los ancestros.

El 23 de junio, en la madrugada, se incendió el «Hermoso atardecer», nombre de la institución que cobijaba a 44 personas, entre los 75 y los 90 años. 17 no pudieron salir de su habitación, ni se les pudo ayudar. Se escucharon sus gritos pidiendo auxilio. Cuatro sufrieron heridas y el resto se salvaron. Los bomberos dijeron que el fuego había sido intencional y se rumoró que podía haberlo iniciado un trabajador al que se despidió.

Desde el 2002 atendía a personas abandonadas. Tan lo estaban, que sólo unos cuantos pudieron irse con la familia. A los demás los llevaron a alguna instalación oficial.

Envejecemos. Hay más de 10 millones de ancianos, según el censo del 2010 y en el anciano-comiendoDistrito Federal se concentra el mayor número de personas de más de 60 años. nueve de cada 100 mexicanos son adultos mayores y pronto habrán 108, por cada 100 niños, al alargarse las perspectivas de vida.

Un 20.7 por ciento tiene al menos una discapacidad y de ellos, el 70 por ciento no puede caminar o moverse. De ser posible, a los capitalinos les gusta vivir solos, sin depender de los hijos y en busca de no ser una carga. Procuran, quienes no cuentan con una pensión, trabajar para mantenerse y se dicen satisfechos de habitar un departamento o una casa, con la absoluta libertad de hacer lo que se les de su gana.

Quizás sea el temor al maltrato, cifra también a la alza. Cuando la salud les impide valerse por sí mismos, suelen ir a dar a un asilo. Es alto el porcentaje de quienes jamás vuelven a tener una visita. Se les abandona como si estuvieran muertos y les saliera sobrando la necesidad de afecto.

Difícil, por otra parte, conseguir un lugar en una institución pública, para la tercera edad. Hay pocas y están rebasadas. Peor, cuando no se tienen ingresos fuertes, llegar a una privada, de las de paga. Son caras, evitan a quienes tienen alguna enfermedad crónica, o necesitan de ayuda para subsistir.

El «Hermoso atardecer» tenía techos de lámina y se sostenía con los donativos de la sociedad. Deplorable la forma de morir, de quienes trabajaron por décadas, criaron hijos y fueron personas productivas. Patético el que caigamos en la insensibilidad, la falta de respeto y de cuidado a nuestros viejos. Eso es inhumanidad.

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